Allí en la
ciudad de Neisurio, vivía El Hombre de Viento.
Joven y
silencioso, de apariencia frágil e inofensivo, no tenía piedad al
momento de explotar la virtud ni de zumbar incompasivo.
Había sucedido
un sábado a la tarde, en el curso de una tormenta de verano.
Se sintió
deslumbrado por el tornadillo que hacía frente alrededor de su casa,
y el uso del diminutivo puede ser paradójico, ya que la fuerza
implacable de aquel fenómeno y la omnipotencia de su andar
resultaban alucinantes e inigualables.
Sintió celos de
aquel flujo de gases, quiso él también sentir tanto poder en su
cuerpo y tanta repercusión a su paso. Enceguecido e irracional,
corrió a máxima velocidad hacia el objeto de su deseo y se quedó
allí a merced del viento.
Se entendieron
tan bien que le costaba creerlo; parecían pertenecerse,
complementarse.
Experimentó al elemento hasta en lo más profundo de
su conformación y a partir de allí vio nacer la cualidad.
Ahora, él
también podía derribar todo por su camino, podía crear ráfagas y
convertirse en huracán.
Se pasaba el día
jugando con las faldas de las damas, armando puzzles en su cuerpo con
las hojas caídas del otoño y soplando flores secas. Creaba
torbellinos con sus manos y la brisa que emanaba de su cuerpo le
permitía flotar dentro de su ropa.
Luego, sintió la
imperiosa necesidad de exigirse mucho más, de ejercitar su habilidad
y probar de lo que era capaz.
Si bien intentaba
no hacer destrozos, era habitual que se saliera con la suya, que
volara letreros y que despedazara el techo de alguna casa.
Nunca fue tan
feliz como cuando giraba a toda velocidad, nunca se divirtió tanto
despeinando los cabellos, ni se sintió tan pleno como cuando formaba
olas en el mar con su aliento.
Sin embargo, su
condición tenía un precio y él no era muy consciente de ello.
El
viento se alimentaba de su energía y viceversa, pero el intercambio
de potencia e intensidad no era equitativo: el viento siempre
seguiría siéndolo, en cambio, él sería por siempre ''El Hombre
de''.
No importaba
cuanto bufara ni que tan poderoso resultara ser El Hombre de Viento, se desvanecía de a poco con cada ventisca, con cada remolino. Su fuente de sustentación
lo consumía lentamente, agazapado y sigiloso. Parecían cómplices
en sus andanzas, compañeros en sus bruscas apariciones, pero era una
alianza temporal y con un final predecible. El ingenuo desconocía
las intenciones de su nuevo amigo, no concebía la idea de dudar de
esa unión que había transformado su apática vida y le había
brindado un poder, a su consideración, ilimitado.
El Hombre de
Viento, embriagado en su ambición y sintiéndose más vivo que
nunca, se apagaba con cada movimiento. Su naturaleza se aplacaba
delante de sus víctimas, que lo miraban burlones ante su desdibujada
autoridad.
Y una noche de
septiembre, radiante y febril, El Hombre de Viento salió de paseo
por la ciudad.
Se encargó de
desordenar los jardines y de partir cristales con su risa retumbante.
Hizo volar
automóviles y percutir postes de luz. La euforia no le había
permitido notar su creciente debilidad, pero al regreso El Hombre de
Viento se sintió más abatido que nunca, y cuando intentó echarse a
correr sus piernas inmóviles lo traicionaron, disipando su dominio y
su vigor.
¿Qué habrá
sido del Hombre de Viento?
Dicen que no le
quedó ni la fuerza de un suspiro...
Me ha encantado. Derrochó hasta su último suspiro. Lo interpreto como la vida de una persona y sus etapas. Me ha encantado. Quizás todos somos algo como El Hombre del Viento y quizás algunos forman unos tornados más grandes que otros. Tal vez el temperamento, la justicia, el amor,....todo. Impresionante, un abrazo
ResponderEliminarMuchísimas gracias, me alegra que te haya gustado. Y estoy de acuerdo contigo, todos a nuestra manera, con nuestros mejores o con nuestros peores vientos vamos dejando huellas. Algunas perdurarán más que otras, pero de seguro no pasarán desapercibidas por esta vida (o al menos eso intentan). Un gusto tenerte por aquí Ana Lía, saludos.
EliminarEstá muy lindo :) me gusta la elegancia de tu narración, aunque creo que usas muchos adjetivos. Espero seguir leyéndote. Saludos!
ResponderEliminarHola Omar, me alegra que te haya gustado. Gracias por la observación, tenés razón con lo de los adjetivos. Reconozco que es un vicio que tengo al escribir, espero ir corrigiéndolo con el tiempo. Un gusto tenerte por aquí, saludos.
EliminarQué precioso relato, Sal Yin! Aunque un poco triste por su final es muy poético y orginal. Me ha encantado :)
ResponderEliminarUn abrazo!!
Julia, me pone muy contenta que te haya gustado. Muchas gracias, siempre es un placer tenerte por aquí. Un abrazo y que termines bien el día :)
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